La designación de Cynthia Gellibert como presidenta encargada del Ecuador ante la ausencia temporal de Daniel Noboa por dedicarse de lleno a la campaña electoral es la estocada que desató la ira de sus detractores. El jefe de Estado deja claro que todo aquello que la Ley no se lo impida de forma expresa, está dispuesto a hacerlo con tal de alcanzar su fin: ganar las elecciones y no ceder ni espacio de poder a sus opositores. Verónica Abad es una adversaria política del mandatario desde la campaña de las elecciones anticipadas, por eso, recordemos, cuando ascendió al sillón de Carondelet, Noboa no la invitó al acto de posesión.
A Noboa no hay Ley que le impida considerar que la inasistencia de Abad en la Embajada de Turquía para cumplir su rol de segunda mandataria se configura en una ausencia temporal del cargo. Por eso, más bien la carta política del país le faculta designar una vicepresidenta encargada, antes de tomar licencia. Ahora que se dedicará a la campaña, es Cynthia Gellibert quien cumplirá las funciones de estadista.
Es evidente que la búsqueda de esta cadena de subterfugios persigue un único fin: No dejar el poder en manos de sus adversarios. Noboa sabe que el mínimo descuido puede ser lapidario en su carrera presidencial, por un lado, y también para el país, por la inestabilidad jurídica que se genera.
El Ecuador sufre las consecuencias de tener elecciones a cada momento, de tener constantes cambios en la Constitución, una avalancha de reformas tributarias en los últimos 20 años, todo esto desemboca en la desconfianza internacional. Hoy, el presidente Noboa quiere dar un mensaje al mundo de que en Ecuador hay seguridad jurídica, hay certezas, con reglas del juego claras, para transmitir esa confianza a quienes el año anterior prefirieron ver a Colombia o a Perú en lugar de nuestro país, porque avizoraron que ya se venían las elecciones y con ello, nuevas políticas económicas.
La lucha del presidente Noboa hoy no está solo enfocada en transmitir un mensaje de unidad a los ecuatorianos, sino, en especial, de evitar que aquellos que despedazaron al país, esos que se devoraron las arcas fiscales, vuelvan a meter sus manos en los fondos públicos.