En 1923 el presidente Augusto B. Leguia, tomo una importante decisión, transformar totalmente una de las mas antiguas celebraciones limeñas: los carnavales. A mediados del siglo XIX el carnaval era muy criticado, por la forma violenta con la que se jugaba, el poco respeto por los ciudadanos y el descontrol que se producía en toda la ciudad.
Leguia estaba convencido de que el carnaval limeño podría adquirir algunas características de los carnavales europeos y convertirlo en uno de los mejores del continente. En 1923 se encargo a la municipalidad de Lima la organización de la celebración del carnaval, fiesta que incluiría la elección de una reina, un gran corso de carros alegóricos, el festejo con disfraces y el final de la celebración denominada «fiesta de las flores» con la participación de toda la población que compartiría ya no arrojando agua, sino serpentinas, confeti y jugando con los clásicos chisguetes de Eter.
La introducción de los disfraces y la fiesta de las flores fueron tomados de dos de los mejores carnavales del mundo; el de Venecia (Italia) y el Niza (Francia). Es a partir de esa fecha que el carnaval de Lima adquiere gran esplendor, el corso de carros alegóricos se realizaba el domingo de carnaval y concluía en la plaza Bolognesi. El día martes (ultimo día carnaval) se repetía la misma ruta pero finalizaba con el presidente de la República Augusto B. Leguía quien jugando con los asistentes como un ciudadano mas.
Con los años el carnaval limeño creció, con la mayor participación de carros alegóricos. Hoy del carnaval limeño, el carnaval de Leguía solo nos queda el recuerdo y las fotografías, una fiesta y una tradición que desapareció de nuestra historia.