La policía disolvió el jueves una multitudinaria marcha opositora que llegó hasta La Paz con los cuerpos de víctimas de un reciente choque con fuerzas de seguridad, en medio de la discusión en el Congreso a una salida a la crisis mediante nuevas elecciones generales en Bolivia.
Los manifestantes descendieron por miles de la vecina ciudad de El Alto con cinco féretros, en rechazo al gobierno interino de Jeanine Áñez y la represión del pasado martes.
Ese día ocho hombres murieron por heridas de bala en el marco de choques con tropas oficiales en inmediaciones de Senkata, una planta de distribución de combustible.
Los enfrentamientos estallaron después de que los uniformados despejaron la salida de camiones destinados a paliar la escasez de carburante en la capital, afectada por los bloqueos de rutas y donde se multiplican las filas para abastecerse de combustible y comida.
«¡Justicia, justicia!», clamaban los pobladores de El Alto su paso con los cuerpos en una caminata de unos 15 kilómetros hasta La Paz, capital administrativa del país.
En su descenso agitaban la bandera ‘whipala’, el ajedrezado y multicolor símbolo de los indígenas bolivianos.
Las autoridades dispersaron la marcha, cuando indígenas aymaras quisieron montar los ataúdes sobre una tanqueta militar en la céntrica Plaza San Francisco.
Uno de los féretros alcanzó a ser subido al vehículo y otros podían verse en el suelo después de la estampida que generó el gas lacrimógeno. Más de 20 personas fueron detenidas, según vieron periodistas de la AFP.
«Nos quieren matar y hay libertad para matar, hay orden para que nos maten en El Alto», dijo una mujer que se identificó como Ana Méndez, de 55 años, y quien acompañaba la protesta.
El gobierno interino ha negado la responsabilidad militar y policial en las muertes. En un mes de violencia política ya han fallecido 32 bolivianos, al menos 17 de ellos en enfrentamientos con agentes del Estado.