El zumbido de decenas de miles de mosquitos anofeles puede sentirse en los arrozales de Cheju, área rural a las afueras de la capital de Zanzíbar y escenario de un novedoso proyecto piloto antimalaria: rociar estos campos utilizando drones para evitar que las millares de larvas se transformen en mosquitos.
Bajo la mirada curiosa de un puñado de agricultores locales, un dron gigante de la compañía china DJI sobrevoló los arrozales a modo de entrenamiento: primero tan solo fumigó agua, pero desde el 2 de noviembre deja caer un líquido viscoso capaz de asfixiar a las minúsculas larvas, y así y durante un mes entero.
EFE